9/08/2011

Sábanas, no.

Dormir sin sabanas hoy es entregarse a la contingencia de un simple gesto absurdamente cotidiano: la lavadora batiendo mis restos, mis cadavéricas células entregadas al agua que fluye hasta el tubo sin fondo, el de los mil zurullos; mis células interactuando, buscando con quien copular, ya sea materia otra, ya sea la  propia agua. Efervescentes todos ellos -los restos-  en el inerte juego de la muerte, en su insignificante presencia multiorgá-s-nica. Tres pares de sabanas y tres tiempos distintos: células viejas, jóvenes, recientes, acumuladas, algunas removidas que, amamantandose del piso, fueron arrastradas en el hecatombe de movimientos: mi cuerpo furioso, dormido, sentado o pajero. Hoy duermo sin sabanas por que decidí renovar todo de una vez, de tajo acuoso, entre el detergente y la electricidad.



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