12/09/2013

una imagen del espacio

Lo que me conmociona profundamente en éste momento es la pregunta por el espacio.

¿Qué es el espacio? o más bien ¿Que consideramos espacio?

Yo sencillamente nací sabiendo que no era algo superpuesto, que no era cosa esquemática, una mera arquitectura sobre o bajo nosotros. No, para mi el espacio se congela cada vez que lo nombro y se despliega cuando lo dejo de pensar -cuando dejo de pensar en lo que me enseñaron-.
Estoy yo en un espacio, soy el espacio, un espacio anudado por la sapiencia y los efectos. No puedo creer en el vacío ni en lo intangible, no así en lo invisible, porque lo invisible puede llegar a ser tocado por la red neuronal que sujeta mi existencia. Y cuando pienso en aquello mi corazón no puede sino agitarse, volverse ansioso, excitado, porque en el fondo sabe que se ha conectado con mi cerebro, o más bien, debería decir que, mi cerebro se ha conectado entre sí, encontrándose consigo mismo. Eso es posible solo en la medida deje de pensar en la separación, en el espacio como una distancia, como una operación tajante: ese yo frente a el espacio tan terrible. Si solo entendiéramos que siempre caemos en el tiempo, derivando, no historizando. ¿Pero qué sería de nosotros sin la posibilidad de reencontrarnos? Que tortuosos somos a veces...Nos cortamos la cabeza newtowniana, nos deseducamos -¿otro deber?- para entender que el espacio, comida de electrones, es nuestra piel invisible. Una piel que nos abraza, gentilmente, en lo posible. Somos fantasmas.

 Dan Collins - 2003 - Twister